El costo humano detrás del fast fashion
La moda rápida acumula grandes ganancias mientras los trabajadores ganan centavos por prenda, perpetuando desigualdades económicas y daños ambientales globales.
El sector del fast fashion , caracterizado por la producción masiva de ropa a bajo costo, ha sido criticado por sus prácticas que perpetúan desigualdades económicas y laborales en la cadena de suministro. Mientras las grandes marcas acumulan ganancias multimillonarias, los trabajadores que confeccionan las prendas reciben sueldos que, en muchos casos, no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas.
De acuerdo con la organización Clean Clothes Campaign , un trabajador promedio en la industria textil apenas gana $0.09 por cada prenda que se vende en tiendas por $9.95. En Bangladesh, uno de los principales exportadores de ropa en el mundo, el salario mínimo mensual es de tan solo $113, cifra que no se acerca al salario digno estimado para una vida adecuada. Este sistema ha perpetuado la explotación de los trabajadores, el 80% de los cuales son mujeres, quienes además enfrentan condiciones de trabajo precarias y peligrosas.
El impacto no solo afecta a las personas. Según Greenpeace, el modelo de fast fashion también contribuye significativamente al cambio climático y la contaminación. La producción masiva genera cantidades insostenibles de residuos: en países como Kenia y Ghana, toneladas de ropa desechada terminan en vertederos o son quemadas, liberando sustancias tóxicas al medio ambiente. A nivel global, muchas empresas incineran sus excedentes de ropa no vendida para mantener precios bajos, perpetuando un círculo vicioso de desperdicio.
A pesar de las críticas, los gigantes del fast fashion, como Inditex o H&M, reportan ingresos anuales que superan los 20 000 millones de dólares . Estas ganancias, sin embargo, no se reflejan en las fábricas subcontratadas donde se produce la ropa. Las marcas justifican los bajos costos con la alta competitividad del mercado, mientras los países productores mantienen salarios mínimos bajos para atraer inversores extranjeros, según informes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Resolver este problema implica transformar el modelo de negocio. Activistas y organizaciones proponen adoptar un enfoque de “moda lenta” que promueva prácticas sostenibles, salarios dignos y consumo consciente. Además, iniciativas legislativas como la Fashion Act en Nueva York buscan obligar a las empresas a rastrear sus cadenas de suministro y garantizar transparencia en las condiciones laborales.